Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1884-1885 (Cortes de 1884 a 1886)
Sesión: 30 de junio de 1885
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Discurso sobre los presupuestos generales de Cuba
Número y páginas del Diario de Sesiones: 185, 5607-5609
Tema: Presupuestos generales de Cuba

Declaro que deben ser muy exigentes los amigos del Sr. Labra que le dicen que apriete más de lo que aprieta, porque difícilmente puede apretar más de lo que aprieta S.S. En esa forma suave y con esa elocuencia persuasiva, S.S. aprieta más que un dolor. (Risas). Su señoría hace bien, no sólo porque cree que de esa manera cumple con su deber, sino porque además lo cumple bien, y declaro que los amigos que exigen a S.S. que apriete más, me parece que se lo dicen por decirlo; porque cuando S.S. no esté presente, han de exclamar: es imposible apretar más de lo que el Sr. Labra aprieta.

Ha hecho S.S. una alusión a alguna de las consideraciones que yo expuse, que merece de mi parte que yo la aclare, puesto que parece que a S.S. le ha herido un poco en su susceptibilidad, no particularmente, sino bajo el punto de vista de la política. Consiste en esto, sin duda, en no haberme entendido bien su señoría, porque es posible que en la precipitación con que hablé, queriendo encerrar en los cortos límites que me ofrecían los pocos minutos que faltaban para concluir la sesión todo mi pensamiento, es posible, repito, que concretara mis ideas hasta el punto de que no lograsen ser eco fiel de aquellas, las breves frases que pronuncié, y cabe, por lo mismo, que de algunas de mis palabras se dedujera lo que S.S. ha deducido y tiene el temor de que otros deduzcan también.

Pues bien, yo declaro, sin reserva de ninguna especie, que no fue esa mi intención. El argumento mío era el siguiente. No se extrañe el Sr. Labra, decía yo, de que en Cuba los partidos se formen de otra manera que aquí, ni de que su composición sea distinta, porque hay allí intereses que no existen en la política peninsular. Vienen a la Península los representantes de aquella región, y cada cual se afilia al partido por el que tiene más simpatías y en el cual ve las ideas que profesa; pero vuelven a Cuba, y como allí hay unas ideas que no figuran aquí en el juego de la política, que son las ideas que atañen a la unidad de la Patria, y que cada cual cree defender mejor a su modo y por sus procedimientos, los liberales y los conservadores que son asimilistas, lo son ante todo y sin acordarse de que son liberales y conservadores aquí, porque creen que la asimilación es el mejor procedimiento y la manera mejor y más eficaz de sostener y de conservar aquel país dentro de la unidad de la Patria; y por otro lado los liberales y aún los conservadores, que los ha habido y los hay, que van allí y creen que antes que liberales o conservadores, republicanos o monárquicos, deben ser autonomistas, porque entienden que la autonomía es la manera más eficaz y el medio más firme para sostener aquel país unido a la madre Patria, se confunden también en otro partido que ante todo y sobre todo quiere ser y es autonomista.

De manera que lo que yo sostenía era, que los liberales y los conservadores cuando se encuentran siempre en que aquella parte del territorio no se nos vaya, prescinden de que son liberales y de que son conservadores, ¿para qué? para levantar la bandera que les parece mejor, a fin de mantener aquella isla unida con firmes lazos a la madre Patria. Pero no dije por esto que los propósitos que abrigan al otro lado no fueran idénticos, no estuvieran guiados también por las mismas patrióticas intenciones. Y ésta es la significación, ésta es la tendencia de todos los que representan a Cuba: ser ante todo cubanos, y como buenos cubanos, españoles; porque yo no considero a los que toman las armas contra la Patria, ni siquiera como cubanos. (Muy bien). Ser, como digo, ante todo cubanos, ante todo buenos españoles, y como hay allí problemas pendientes que no existen aquí, prescindir de los partidos de la Península y de sus afecciones políticas. Tienen aquí sus opiniones; pero al llegar allá, los unos ante todo son asimilistas y los otros autonomistas; pero dentro de uno y otro bando hay liberales y conservadores, que cuando están entre nosotros, los liberales asimilistas hacen su política liberal dentro de la asimilación, como los liberales autonomistas practican la suya dentro de la autonomía. Por esto, que no por otra causa, unos asimilistas combaten y otros defienden el presupuesto, obrando los liberales desde el punto de vista liberal, y los conservadores desde el punto de vista conservador; sin que esto se oponga a que cuando a Cuba retornan, los liberales y los conservadores asimilistas dejan de ser liberales y conservadores para llamarse solamente asimilistas, como los otros de enfrente dejan de ser liberales y conservadores para obrar como autonomitas.

Insisto en lo que dije el otro día, o sea, en que el llamado partido liberal progresista de Santiago de Cuba no es más que una gradación del gran partido de unión constitucional; porque este partido en Cuba, Sr. Labra, es ante todo asimilista, como lo es también el partido liberal. ¿Qué diferencia hay entre ambos? Pues no hay otra diferencia que la de que el partido liberal progresista quiere que la asimilación, que la igualdad se realice desde el momento, mientras que el partido constitucional aspira a que a esa igualdad se vaya por pasos contados, con circunspección, con prudencia, por medio de una constante y sincera asimilación. Ésta es la diferencia que hay entre uno y otro partido, porque el liberal progresista no es en realidad más que una disidencia del partido constitucional. Allí sólo hay una diferencia verdaderamente radical, que es la que media entre los asimilistas y los autonomistas. Los [5607] asimilistas no quieren a los autonomistas, les tienen un poco de miedo, y lo comprendo perfectamente, porque los asimilistas, yendo más despacio o yendo más deprisa, no significan ningún peligro para la madre Patria, porque el límite de la asimilación, en último resultado, no es más que la igualdad con la Metrópoli, es decir, que el límite de la asimilación una más todavía a Cuba con la madre Patria; pero no sucede lo mismo con los autonomistas, dentro de cuyo partido hay todavía más gradaciones, más diferencias, más divisiones que dentro del partido asimilista. Entre los autonomistas hay unos que quieren la autonomía de una manera limitada, otros que la piden mucho más extensa, y algunos tan amplia, que su límite llega a ser rayano con la independencia; y como el límite de la autonomía es la independencia, de ahí que los asimilistas tengan miedo a la autonomía; porque al fin y al cabo, la autonomía tiene tan variados matices, que hay, desde los que quieren la autonomía sólo para el Ayuntamiento y para la Diputación provincial, igualando lo demás con los organismos políticos de la Metrópoli, hasta los que quieren una autonomía de tal naturaleza, que viene a ser como una federación, o mejor dicho, una federación completa, de la cual resultaría que acaso no estuviera Cuba unida a España más que por los vínculos con que suelen estar unidas otras federaciones: por la diplomacia, por la marina, por el ejército, y apenas por nada más.

Ya ve el Sr. Labra si hay diferencia, si hay distancia y hasta abismos entre los que profesan los principios autonómicos. Menos temible fuera si se tratase, por ejemplo, de la mera autonomía municipal que tienen ciertas provincias de España, la cual quizá admitieran muchos en la isla de Cuba. Pero ¿es esa la autonomía que quieren los autonomistas cubanos? ¡Ah, no! Ya el mismo Sr. Labra representa un matiz muy suave al lado de los que mantienen otros muchos autonomistas. Además, S.S. sabe muy bien que su programa ha sido combatido por muchos, porque les parece deficiente, limitado, y yo le puedo asegurar al Sr. Labra que lo menos he leído diez programas autonomistas. Ahora no hay para qué profundizar más en esta materia; pero si el Sr. Labra lo desea, yo le traeré esos programas autonomistas, y comparemos un programa con otro. Por consiguiente, resulta que no hay que hacer ahora cargos a nadie; que además, lo que sucede es natural que suceda; que aquí cada cual viene siendo ya asimilista, ya autonomista, a defender aquellas ideas políticas que están dentro de sus convicciones, y que tienen sus simpatías; pero que allá en Cuba, donde no tienen que luchar las ideas liberales con otras semejantes, siquiera sean diversas, sino que se encuentran con un partido autonomista que defiende la autonomía, los que son partidarios de la asimilación se unen y se llaman nada más que asimilistas, ¿para qué? ya lo he dicho: para combatir a los autonomistas. Déme S.S. la separación de los autonomistas en Cuba, y verá S.S. cómo se separan también los asimilistas. Pero como los asimilistas, creyendo patriótico, creyendo noble el propósito de los autonomistas, lo consideran, no obstante, peligroso, dicen, y con razón: no, mientras los autonomistas tengan levantada su bandera, los liberales y los conservadores debemos levantar enfrente de aquella la bandera de la asimilación, sin perjuicio de que dentro de este partido haya liberales y conservadores como los hay no lo dude el Sr. Labra, y hasta monárquicos y de toda clase de opiniones en el campo autonomista.

Por esto no di yo importancia al cargo que hizo su señoría a los Diputados de unas y de otras ideas políticas, por más que me extrañase mucho que fuese su señoría quien lo formulara, y por eso le decía: ¿por qué S.S. achaca a los liberales y a los conservadores representantes de aquella isla lo que padece también el Sr. Labra? Y ahora le voy a indicar otra cosa y es, que también padece del mismo mal el Sr. Portuondo, porque hoy he sabido yo por primera vez que el señor Portuondo está afiliado en la Península a un partido político. (El Sr. Portuondo: Pido la palabra por varias alusiones personales). Yo creía que estaba el Sr. Portuondo al lado del Sr. Labra, y que el Sr. Portuondo y el Sr. Labra formaban un partido; pero cuando después nos dijo el Sr. Labra que él solo forma un partido, yo me he preguntado: ¿qué habrá sido del Sr. Portuondo? (Risas). Sí, ahora es cuando yo sé que el Sr. Portuondo ha tomado filiación en un partido. (El Sr. Portuondo: Insignificante). No, que S.S. es muy importante, y por eso creía yo que entre S.S. y el señor Labra formaban un partido muy poderos e importante; pero puesto que según parece el Sr. Labra se ha quedado solo, ya no es tan importante. (Risas). Pero, en fin, S.S. se ha afiliado a un partido. (El Sr. Portuondo: He discutido con S.S. representando yo al partido democrático-progresista y S.S. al partido del que es jefe). Pues bien; yo creía que había otros representantes del partido democrático-progresista. (El Sr. Portuondo: Yo venía con los mismos títulos). Pero unido S.S. al Sr. Labra, no unido a otros como representación de un partido, y resaltando siempre en S.S. el carácter de Diputado por Cuba.

Por lo demás, hecha esta explicación, comprenderá el Sr. Labra que yo al hacer las declaraciones que hice la otra tarde y que después explané por la noche, dije lo que únicamente podía decir; porque por la tarde no pude extenderme en nada, pues todo lo que contesté a S.S. lo dije en pocos minutos que faltaban para terminar la sesión, no siéndome posible hacer otra cosa que establecer líneas generales, que por la noche, cuando ya pude concretar más mis ideas, las concentré. A mí me es muy fácil determinar mis ideas perfectamente, porque son las que tiene y ha tenido siempre el partido liberal, enfrente de las del partido conservador; sin embargo de que el partido conservador y el partido liberal seamos asimilistas y estemos dispuestos, prescindiendo de nuestras diferencias, a combatir a los autonomistas, no porque yo no crea a estos guiados por los mismos móviles patrióticos que a nosotros nos impulsan, sino porque entiendo que la autonomía es peligrosa para la unidad nacional, y además, porque tengo un poco de antipatía al sistema autonómico; y voy a ser franco: ¿sabe S.S. por qué? pues porque siempre la autonomía ha sido la transacción que han hecho los países al dejar una colonia que no han podido retener bajo su dominio; por esto, a fin de no perderla del todo, han aceptado ese sistema como medio de transacción, y yo no quiero, lo confieso, ni aun transigir con nada que pueda implicar la pérdida de nuestras provincias de Ultramar. De manera que por eso también tengo yo mucho miedo a la autonomía; porque creo que es muy expuesta a que tras de ella venga la [5608] independencia y a que los filibusteros, que aún existen, porque hay cubanos enemigos de España, puedan a su sombra aprovecharse de los elementos que les habría de dar la autonomía, mucho más que lo que se aprovechan ahora de los elementos que les pueda proporcionar la asimilación; y como yo no quiero dar elemento ninguno a mis enemigos, por eso no admito la autonomía y quiero la asimilación. Y así, combatiendo de frente, como S.S. ve que lo hago, al partido conservador, los conservadores, sin embrago, pueden contar conmigo para que en Cuba seamos todos del partido de unión constitucional y luchemos por la asimilación atacando sin descanso a los autonomistas. (Muy bien, muy bien). [5609]



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